8M: ¿QUÉ NO DEBEMOS REIVINDICAR COMO TRABAJO EN EL DÍA DE LA MUJER?
- 8 mar 2021
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 26 abr 2022

Como feministas, nos cuestionamos acerca de las causas de todo lo que acontece a las mujeres en esta sociedad patriarcal.
Este cuestionamiento incluye elecciones aparentemente libres, como formar parte de la industria pornográfica y la prostituyente, así como gestar bebés para venderlos o vender óvulos. Consideramos que todas estas prácticas constituyen explotación sexual de las mujeres y que, por tanto, no pueden ser consideradas un trabajo.
Con motivo de este 8 de marzo, y recalcando el apellido “trabajadora” del Día Internacional de la Mujer, queremos analizar y argumentar sobre la idea que planteamos al inicio de este artículo.
¿POR QUÉ LA PROSTITUCIÓN NO ES UN TRABAJO?
La Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer aprobada por Resolución de la Asamblea General de NNUU 48/104, del 20 de diciembre de 1993 define la “violencia contra la mujer” como «todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada».
Teniendo en cuenta esta definición, podemos considerar que la prostitución es violencia contra la mujer, pues tiene como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, además de que se las priva de su libertad mediante coacción explícita o implícita.
En este documento, la ONU establece que «la violencia contra la mujer abarca los siguientes actos: la violencia física, sexual y psicológica que se produzca en la familia, (…) dentro de la comunidad en general, (…) y la perpetrada o tolerada por el Estado, dondequiera que ocurra». En España, el Estado tolera la violencia que se ejerce sobre las mujeres en situación de prostitución, dado que es alegal: ni está prohibida ni legalizada. Se ejerce a la vista de todos, cuerpos de seguridad incluidos. La pregunta «¿por qué los cuerpos de seguridad no intervienen prostíbulos y pisos para salvar a mujeres explotadas y violadas?» la dejamos para otro momento. Sin embargo, sí cabe apuntar que España es el primer país europeo en consumo de prostitución, pues en este país 4 de cada 10 hombres ha pagado por violar a una mujer al menos una vez en su vida. Quizá por esto, incluso desde sectores de la izquierda, se haga tanto hincapié en que la violencia sexual es un trabajo. Y es que, si algo tienen en común todos los hombres, independientemente de su ideología política, es la misoginia interiorizada.
En la explotación sexual, alguien consigue algo de la mujer explotada que esta no le daría si no estuviera en situación de precariedad económica. Y esta es una de las claves de este asunto: la pobreza tiene rostro femenino. *No puede argumentarse que también hay prostitutas de lujo por voluntad propia: incluso ellas lo hacen para obtener un sueldo más alto, o para completar el salario precario de otros empleos que ejercen.
Conviene aclarar que la pobreza en sí misma no es culpable de la prostitución, sino que es un factor determinante. Sin embargo, en una sociedad patriarcal como la nuestra, la alianza entre la pobreza y la jerarquía sexual tiene como consecuencia que las mujeres vean en la venta de su cuerpo una opción económica. Sin patriarcado, esta violencia pagada no tendría lugar. Esto es, sin un sistema esclavista, la esclavitud no existiría.
Además, prohibir la prostitución —como se ha hecho en otros países— traería consecuencias negativas para la mujer, pues sería multada junto con el putero. Si tenemos en cuenta que las mujeres en situación de prostitución sufren condiciones económicas precarias, esto no haría más que agravar su economía y no las ayudaría a dejar la prostitución, sino que esta seguiría siendo su medio para conseguir dinero —entre otras cosas, para pagar la sanción—.
¿POR QUÉ GESTAR BEBÉS PARA SU VENTA NO ES UN TRABAJO?
Consideramos que los términos alquiler de vientres o gestación subrogada son eufemismos que encubren la explotación reproductiva a la que se somete a mujeres en situación de vulnerabilidad económica. En esta sociedad neoliberal, el cuerpo de la mujer es visto en trozos de los que se puede sacar una rentabilidad: todo es susceptible de ser vendido de manera independiente, como si el útero no formase parte de un cuerpo o los óvulos nos crecieran como el pelo que se dona para hacer pelucas.
Si consideramos que solo alquilamos el útero, estaremos perpetuando la objetivización de la mujer en piezas inconexas en cuanto que ser divisible. Usar un lenguaje que habla de alquiler de vientres o de gestación/maternidad subrogada no forma parte del feminismo, pues no tiene en cuenta sus análisis en cuanto a la realidad de las mujeres.
La maternidad no se puede subrogar, pues la gestación no involucra únicamente al útero de la mujer, sino que compromete todo su ser: sus órganos, sus hormonas, su salud mental, etc. Todo está involucrado en el embarazo, la totalidad de su persona; no solo el útero. Todo lo que haga, sienta y sufra la mujer que gesta repercutirá en el desarrollo del feto: si fuma, si tiene depresión, si la maltratan, si se alimenta bien o mal, etc. Así, consideramos que la mujer que gesta al bebé es la verdadera madre de la criatura. Arrebatarle la hija o el hijo que ha criado y parido le traerá consecuencias psicológicas que no se pueden curar ni cubrir con indemnizaciones.
También hay que considerar que las complicaciones que puedan darse no suelen estar cubiertas por el «contrato» que ella firma: si pierde el útero, le darán una indemnización que no cubrirá las secuelas físicas y mentales de una menopausia prematura; si hay aborto, no cobrará lo acordado; y un largo etcétera. Cabe destacar que los innumerables efectos no se recogen en el contrato, sino que este contempla muchas cláusulas abusivas para la «gestante»: deberá llevar la vida íntima que les ordene la clínica, deberá abortar si así lo deciden los compradores, no podrá decidir abortar si así lo desea. Sin embargo, según contrato la única obligación de los compradores es pagar por el «producto», que es una vida humana.
Todo esto teniendo en cuenta a la madre. ¿Y el bebé? Sufrirá unas consecuencias psicológicas derivadas de saber que no está con su verdadera madre, que fue comprado como si fuera mercancía y que sus «padres» no se preocuparon de cuidar a su madre. E incluso puede ser abandonado por los compradores por cualquier motivo, como no encajar en sus preferencias estéticas.
Con la actual limitación de movilidad entre países, se ha comprobado que los compradores no pueden viajar para recoger a «sus bebés». La consecuencia de ello es que, como la madre biológica no puede cuidarlos, están acumulados en las denominadas «granjas de bebés» a la espera de ser recogidos, como el stock sobrante de una fábrica. Es el caso de Ucrania, donde hasta hace poco había más de 100 bebés esperando —actualmente se cree que son más después de los numerosos partos que se habrán dado—. En el peor de los casos —porque que te compre una pareja adinerada no es lo peor—, podría comprarlo un depredador sexual para abusar de él o de ella, o una mafia para filmar violaciones infantiles. Sin padres que lo denunciasen, el o la menor estaría desamparada.
Las mafias que hay detrás de todas las «granjas de mujeres» —principalmente en países en vías de desarrollo— actúan acorde a las legislaciones propias de cada país para poder burlar las trabas legales. En India y Tailandia mueven anualmente 1500 millones de euros. Hay catálogos con fotografías de las «gestantes» a elegir a gusto del consumidor. Esto es esclavitud, no tiene nada de altruista. Estas mujeres están ahí ya sea por necesidad económica o por haber sido secuestradas.
Existen soluciones como la adopción, que no se promueven en absoluto. Por el contrario, hay infinidad de trabas para llevarla a cabo: no renta, no es lucrativa y, por tanto, no hay empresas detrás. En contraposición con la adopción, estas técnicas ofrecen, además, una imagen de modernidad: últimas tecnologías en fecundación y demás parafernalia y nuevas formas de crear familias —cuando es solo un mal disfraz de la explotación de las mujeres que lleva haciéndose milenios—. Esta forma de tener hijos puede incluso prescindir de las mujeres como esposas; es decir, a un varón no le es ya necesaria una esposa para tener descendencia.
¿POR QUÉ LA VENTA DE ÓVULOS NO ES UN TRABAJO?
La mal llamada «donación de óvulos» no es donación en cuanto que hay un pago de por medio; por tanto, no es altruista. La «donante» se encuentra en una situación de necesidad económica que el mercado suple con eslóganes que apelan a su bondad y, al mismo tiempo, a su necesidad económica. La feminización de la pobreza también tiene lugar en países desarrollados, y este es un buen ejemplo.
Estas prácticas ponen en riesgo la salud de la poseedora de los óvulos, pues la someten a una hormonación que altera su organismo, además de una extracción con posibles secuelas de las que no la informan en las clínicas.
Las agencias intermediarias que ponen en contacto a la «donante» con la «receptora» son las que se llevan la mayor parte del beneficio económico. De los 10 000 euros aproximados que paga la pareja, solo 900 —como máximo— llegarán a la «donante». Esto está regulado por la Comisión Nacional de Reproducción Humana Asistida del Ministerio de Sanidad.
En España es ilegal la compraventa de gametos —óvulos y espermatozoides—, así que no se paga por ellos exclusivamente, sino que se dice que pagan por el «tratamiento» completo, que incluye estimulación folicular, etc. Es más, el pago se suele realizar en mano, para que no quede constancia en las cuentas bancarias.
Para que pudiera ser considerado como trabajo, no debería poner en riesgo la salud de la persona que va a cobrar. Tampoco puede considerarse trabajo algo que sucede dentro de un cuerpo. Obviando el hecho de que tendría que cobrarse de forma legal.
En relación con todo esto, nos gustaría recordar a Clara Campoamor e insistir en que el trabajo del que ella habla es más necesario que nunca: «He trabajado para que en este país los hombres encuentren a las mujeres en todas partes y no solo donde ellos vayan a buscarlas». Desde el feminismo todavía nos queda mucho que hacer para lograr que los hombres no puedan ir a prostíbulos a violar mujeres, ni a clínicas de fertilidad para inseminarlas. La libertad de todas pasa por decir las cosas por su nombre: la explotación de la mujer no es trabajo.
Recomendaciones:
ROSA COBO: https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/prostitucion-trabajo_129_1950468.html
EVA MARÍA MORALES PLAZA, “Prostitución y trata de mujeres con fines de explotación sexual”: https://www.inmujer.gob.es/publicacioneselectronicas/documentacion/Documentos/DE1218.pdf
MINISTERIO DE IGUALDAD, Plan integral de lucha contra la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual: https://violenciagenero.igualdad.gob.es/planActuacion/planContraExplotacionSexual/docs/Plan_Integral_Trata_18_Septiembre2015_2018.pdf
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